viernes, 30 de enero de 2009

Ramón; el poeta

Ramón se llamaba, le decían poeta,
el era la viva esperanza a cuestas,
llevaba en sus bolsillos un mar de sueños
y pintaba con ellos colores a la tierra.

Solía vestirse con un delantal sucio
manchado de crayones, carbonillas y témperas;
en sus alforjas una botella llena de aire puro
y en su corazón la vida plena.

Decía que este mundo eran partículas,
que necesitaban ser unido con poesía
y que las manos invisibles que las pintaran
serían con el tiempo los lazos de la vida.

En su destino de poeta errante y vagabundo
le pintó árboles frondosos al solitario camino,
a los caballos de corrales les dibujó alas
y al viento una cola de cometa para que no caiga.

Siguió atravesando paisajes y a las piedras
les pintaba un corazón y una flecha de Cupido
con dos letras de color de la esperanza
la A de amor y la H de un hombre renacido.

Sobre las fronteras puentes sin banderas
pintados de colores infinitos
para que nadie se sintiera clandestino
y volase por el mundo sin permisos.

A los hombres les colgaba un cartelito
que hablaba de la paz, de guerras sin sentidos
y les dibujaba a los necios en la ojos
una paloma con un laurel en el pico.

A los ciegos de espíritu les pintó ojos;
a los mudos por cadenas los llenó de gritos;
a los sordos de corazón les cantó al oído;
y a la vida un cielo de esperanzas y un sentido.

martes, 27 de enero de 2009

Como perro en la pedrada

No sirve gritar (para adentro)solo;
el grito es agonía y asfixia el alma,
ahogada se rebela y se vuelve parca,
aturdida, silente, en burbujas de nada.

Vale más el bramido en la garganta
que irrita en verdades al que espanta,
sacudidas de miserias embrolladas
entre sus arrebatos de soberbia insana.

No me gusta callar lo que otros callan
tengo espinas de cardos en las palabras,
si quedaran encerradas en mis ganas,
lastimarían las verdades mi garganta.

No le tengo miedo a la hoz prepotente
de los que pretendan estrangularme el habla,
si sus conciencias negras los delatan
que huyan como perro en la pedrada.

Siempre fui libre de pensamiento y dije
a riesgo del escarnio de mentes infelices,
nadie mata las verdades con sus balas
solo dejan en evidencia su nefastas coartadas.

Podrán si quieren defenestrar mi lugar,
sacrificarlo a espurios sicarios sin honor,
enterrarme en blasfemias malparidas,
pero nunca nadie hará callar mi voz.

Derivaciones emocionales de un día cualquiera

Amanecí temprano, lleno de energías;
mates con pan casero, manteca, mermelada,
tras la ventana, un cálido sol a la vista,
mis deseos un maravilloso día pintaban.

Media mañana, timbre, el cartero
correspondencias varias portaba;
un par de folletos, a viajes me invitaban,
y detrás el garrotazo, facturas atrasadas.

No había tragado aún, la sacudida pasada,
pasando por la cocina, ver la heladera vacía,
con su estómago mustio, comida ella clamaba,
mi deber obligatorio en proveerla consistía.

El día estaba nublándose, la ventana oscurecía,
el sol ya no era cálido, quemaba mis energías,
ebullición en mis entrañas, la noche se me venía,
aún faltaba la tarde, apenas era mediodía.

Salir urgente de compras, la medida requería,
el automóvil no enciende, seguro la batería;
empujarlo cuatro cuadras, todas cuesta arriba
para que encienda a dos metros de la proveeduría.

Estantes de mercaderías, con precios como hormigas,
parecían de hormigueros pateados como corrían,
apenas cuarto changuito, dos papas, una sandía
y la tarjeta en rojo que apenas el monto cubría.

El automóvil esta vez, seguro respondería,
cuatro cuadras en bajada ningún problema habría,
llegar urgente a mi casa, un valium almorzaría
necesitaba la siesta para reponer energías.

La tarde ya era un estrago de mis deseos del día,
la bronca iba in crescendo ni el valium la detenía,
en el calor de la siesta el aire descomponía
al único ventilador y a mis últimas energías.

Por suerte ya es noche, pocas horas quedan del día,
los mates fríos quedaron, la manteca derretida,
recostado en mi silla, madera vetusta como la vida,
la luna me guiña un ojo, al fin no fue tan malo el día.

domingo, 25 de enero de 2009

Los dueños de la pelota

De niño, aún lo recuerdo: mi sueño, al igual de otros niños de ese pueblo que apenas tenía cuatro calles de tierra, el resto era silencio; era tener una pelota de fútbol de cuero. Papá Noel en ese entonces tenía otras prioridades, diferentes a mis deseos. Alguno de esos niños con un poquito más de suerte pudieron tenerla. Entonces fue que descubrían mis ojos de niño una nueva realidad; yo era gordito y para colmo jugaba muy mal al fútbol y prohibía mis derechos a ser igual que el resto.


Cuatro calles locas, mil delirios de pueblo,
siestas de gorriones, el calor sofoca al aire;
mi padre y un sermón ¡no te escapes a la siesta!
el sol quemará tus razones ¡te abrirá la cabeza!

Yo y mi hambrienta libertad de infancias
hacía caso sordo al corte de mis alas;
escapaba sigiloso por la cómplice ventana,
ella era mi luz, a mis sueños me llevaba.

Tras las viejas vías, una cancha improvisada;
arcos de torcidos palos, ramas de paraísos,
líneas marcadas con zapatillas de plásticos
embarradas de sudor y de sueños de ídolos.

Él llegaba orondo, rodeado de sus amigos,
pelota bajo el brazo marcando el mundo es mío;
luego, las precisas pisaditas para armar los equipos,
siete por cada bando, siempre sobraba el gordito.

Mi voz entonces era más suave que un trino,
murmuraba en mi tristeza quiero jugar el partido
y encontraba sus respuestas en delirantes alaridos:
¡somos siete contra siete, si me canso entrás gordito!

El tiempo siguió creciendo, mis alas nunca cayeron,
a pesar de tantos cielos, de tanto mundo confundido
y en mi mochila de años sigo cargando mis sueños,
aunque en la cancha de adultos la pelota tenga dueño.

domingo, 18 de enero de 2009

Argentinos hasta la muerte (tonta muerte)

Argentina por naturaleza y por historia se caracteriza por ser un pueblo incomprensible; genocida de su historia, de su presente y de su posible futuro. Quizás estas mis palabras sean incomprensibles para aquellos que no conozcan su historia (Argentina) y hasta para algunos de nosotros.

Mi cuna fue un vagón
y rieles mis recorridos;
mi primer juguete un tren
madera de paraíso.

Por los rieles de mi patio
tallados en piso de tierra;
un guarda cambios de vías
señalaba mi inocencia.

Hijo de ferroviario
nieto, primo y sobrino,
ferroviario eran mis sueños
y los rieles mi camino.

Hasta que un día…

Década del noventa;
mesías de barro autodefinido,
visionario como nadie
con sillón de lata incluido.

Autoproclamado renovador
con ideas de primer mundo,
cercenó nuestra historia
prepotente furibundo.

Cortó las venas al pueblo,
desangró arterias en ríos,
extirpó en cruda barbarie
las vías con sus delirios.

Murieron en el olvido
los pueblos y sus vecinos,
nadie supo más de ellos
pasajeros sin destinos.

Hoy apenas quedan trenes,
privilegios capitalinos;
donde gestaron su muerte
los villanos libertinos.

La historia vuelve a repetirse,
artífices de nuestros destinos,
sin memoria, sin una nación,
seguimos siendo argentinos.

Un antivirus por favor

Casi tres de la madrugada,
el aire se está asfixiando,
treinta grados en la sombra
aunque el sol está guardado.

Largos zumbidos escucho
debajo de mi sillón,
mis pies se pegan patadas
doloridos de picor.

Los mosquitos han llegado
perci-oliendo mi sabor,
se prenden a mis tobillos
y chupan que dan pavor.

Mis manos no dan abasto
de repartir golpes al montón,
tengo los pies inflamados
por los golpes y el picor.

Me sangran hasta las uñas,
mis brazos un colador,
el matafuego del auto
de mucho no me sirvió.

Les tiré con naftalinas
y ninguna les pegó,
fueron rodando en el piso
el gato se las comió.

Que se venga un antivirus
esto no lo paro yo,
los mosquitos asesinos
invadieron mi computador.

Antes que pare la lluvia

Antes que pare la lluvia
debo deshojar mi libro;
hoja por hoja,
vacío por vacío.

Construiré con ellas
flotas de barquillas,
en procesión desfilando
hacia la alcantarilla.

No deben quedar rastros,
ninguna huella precisa;
que identifique mi paso
y debo hacerlo de prisa.

Marcas de amores muertos
guardados sin sentido;
no sea que la memoria
recupere del olvido.

También se irán mis sueños
los que nunca he concluido
ahora que ya vencidos
en el freezer del descuido.

Poesías inconclusas,
sentir sin ningún destino,
moralejas desmoralizadas
por este absurdo: mi sino.

Antes que parta la lluvia;
¡Que caiga el cielo plomizo!
que sumerja mi letargo
y la vida que él deshizo.

En alcantarillas de lluvias
barquillas de hojas del libro,
se llevarán estos versos
a las cloacas del olvido.

Una puerta abierta apoyada en la pared (automedicado)

Una puerta abierta apoyada en la pared,
no tiene picaportes pero tampoco se ve;
tus ojos encerrados en un cuarto sin luz
no miran la puerta apoyada en la pared.

Abrazas tus karmas, masticas, insultas:
¡El mundo es una mierda! ¡De él es la culpa!
pegas cabezazos en ciega estampida,
pero la puerta abierta es tu única salida.

En tu terca necedad no hay autocrítica;
¡Ellos los causantes! ¡La vida me castiga!
Encubres el crimen de tu propio destino
y no la percibes ¡La puerta es tu camino!

En vano tu intento de buscar culpables,
eres lo que eres, por decisión de abúlico;
ves con los ojos inmensamente abiertos
pero no ves la puerta que llevas adentro.

Aberrante desatino, gestor de fracasos,
necio intransigente, paria de ti mismo.
¡Mírate por dentro! ¡Descúbrete de una vez!
la puerta está abierta apoyada en tu pared.

miércoles, 14 de enero de 2009

Contraseñas

Asomado a este mundo
me recibieron con cantos
y un golpe en las nalgas
contraseña de mi llanto.

Colgaron de mi muñeca
una cintita de raso,
de suave color celeste;
contraseña de mi sexo.

Colocaron en mi legajo,
día, hora, talla y peso;
fueron mis primeros números;
contraseñas de mi nacimiento.

Un número le imprimieron
cuando niño a mi inocencia:
una libreta con foto, una huella;
contraseñas de mi existencia.

Al tiempo de mi colegio;
números, letras fui aprendiendo,
y en un boletín crearon
contraseñas para mi egreso.

Cuando mi primer trabajo
urgía para mis tiempos,
un legajo significaba
contraseña de mi esfuerzo.

El tiempo de la familia:
un sueño, un casamiento,
un si, un par de anillos;
contraseñas de compromisos

Después llegaron las hijas;
un divorcio, un desencuentro;
los hijos y sus tristezas;
contraseñas de mis fracasos.

Hoy; soy un negro teclado
en esta mierda: mi vida;
imprimiendo contraseña,
la última; la de mi partida.

domingo, 11 de enero de 2009

Jacinto, mi gatito

Acariciando mi gatito
me despierto cada día,
él siempre duerme conmigo
y va donde va mi vida.

Apenas me despierto
quiere que le de mimos,
si demoro se alborota
y no se queda tranquilo.

Se para desde mi cuerpo
levantando la patita,
si lo toco se sonríe,
y su cara se sonroja.

¡Que gatito más travieso!
De tanto que lo disfruta;
agitado se enfurece
y entre mis manos vomita.

Mi gatito ronronea
pero luego se relaja,
caído como una cinta
plácido entre mis piernas.

Jacinto se llama mi gato;
un bicho de muchos años,
tantos que ni recuerdo
que come de mis manos.

Siempre estará conmigo
hasta que el tiempo lo diga,
espero no muera antes
mi gatito más querido.

martes, 6 de enero de 2009

Las manos de mi padre

Las manos de mi padre
viejas callosas de tiempos;
las manos que me enseñaron
mi oficio de carpintero.

Serruchando madrugadas
desde su altivez de hornero;
constructor de atardeceres
con roja madera de cedro,

Manos que rociaban el aire
con perfumes de maderos;
de quebrachos y algarrobos
de los montes santiagueños.

Montes que siempre lo vieron
hachando vinos jornaleros;
y en el calor de la siesta
curtiendo su piel de sueños.

Las manos de mi padre,
artesa de amasarme cielos;
cuando la noche llegaba
confundiéndome en el miedo.

Ellas fueron artífices
de este oficio que ahora llevo;
enredado entre los callos
de tanto hachar a los tiempos.

Como ellas también mis manos
serán maderas de sueños;
quizás en alguna guitarra
o en algún bombo legüero.

En la cuna de algún niño
meciéndose irán mis miedos
y las manos de mi padre
acompañando mis sueños.

domingo, 4 de enero de 2009

El expulsado

Cuando estudiante trasgresor por instinto;
por tener el pelo largo o pintar en las paredes;
¡Viva Perón! ¡Viva el che! ¡Fuera los milicos!
fui expulsado por defender mis principios.

Por ser pueblo fui expulsado; por defenderlo
de las tiranías de gobiernos un subversivo;
dejé tendales de amores en mi tierra, mi raíz,
por salvar mi vida (mi árbol) del martirio.

Con años acumulados de nostálgicas heridas,
del país que me cobijó por el tiempo de mi huída;
por ser “cabecita negra”, justificaban la medida,
fui también expulsado, ninguna razón había.

Fui expulsado de las calles en donde canté un día,
las canciones que mi pueblo cantaba con alegría;
cuando la vida arreciaba esperanzas de salidas,
de tantas crisis morales de gobernantes gorilas.

Por conservar el salario defendía mis conquistas,
que logré con sacrificios y luego de muchas caídas;
con inconsistentes y arteros rótulos de golpista
expulsaron mis derechos de defender la justicia.

Me expulsaron de tu vida, de la otra y de la mía;
siguen viniendo por mí cualquier razón tiene valía;
un pensamiento distinto, diferente, no tiene cabida
en este mundo de necios donde el ciego es el que guía.