martes, 27 de enero de 2009

Derivaciones emocionales de un día cualquiera

Amanecí temprano, lleno de energías;
mates con pan casero, manteca, mermelada,
tras la ventana, un cálido sol a la vista,
mis deseos un maravilloso día pintaban.

Media mañana, timbre, el cartero
correspondencias varias portaba;
un par de folletos, a viajes me invitaban,
y detrás el garrotazo, facturas atrasadas.

No había tragado aún, la sacudida pasada,
pasando por la cocina, ver la heladera vacía,
con su estómago mustio, comida ella clamaba,
mi deber obligatorio en proveerla consistía.

El día estaba nublándose, la ventana oscurecía,
el sol ya no era cálido, quemaba mis energías,
ebullición en mis entrañas, la noche se me venía,
aún faltaba la tarde, apenas era mediodía.

Salir urgente de compras, la medida requería,
el automóvil no enciende, seguro la batería;
empujarlo cuatro cuadras, todas cuesta arriba
para que encienda a dos metros de la proveeduría.

Estantes de mercaderías, con precios como hormigas,
parecían de hormigueros pateados como corrían,
apenas cuarto changuito, dos papas, una sandía
y la tarjeta en rojo que apenas el monto cubría.

El automóvil esta vez, seguro respondería,
cuatro cuadras en bajada ningún problema habría,
llegar urgente a mi casa, un valium almorzaría
necesitaba la siesta para reponer energías.

La tarde ya era un estrago de mis deseos del día,
la bronca iba in crescendo ni el valium la detenía,
en el calor de la siesta el aire descomponía
al único ventilador y a mis últimas energías.

Por suerte ya es noche, pocas horas quedan del día,
los mates fríos quedaron, la manteca derretida,
recostado en mi silla, madera vetusta como la vida,
la luna me guiña un ojo, al fin no fue tan malo el día.

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