lunes, 2 de febrero de 2009

Crepúsculos perdidos

Fueron tantos soles escondidos
entre follajes enredados de estíos;
madreselvas abrazando muros,
amantes sin retornos, fenecidos.

Crepúsculos perdidos, ayeres
inconclusos sin la savia de los besos,
en la espera, en el frágil silencio
y en la tarde mustia que me hiere.

Hay un duelo infinito que sostiene;
la languidez reprimida del ocaso,
el zarpazo de la noche que sofrena,
la urgencia de morir en los abrazos.

Otro crepúsculo más, otro día
sumados a la cuenta de fracasos,
se han perdido tantos en la nada
que a la vida están faltándole pedazos.

La muerte vive en El chaco (el monte)

Chaco, Argentina, un millón de habitantes; centro habitacional permanente de la miseria; 50 % pobreza, 40% indigencia, 20 % mortalidad infantil (niños fallecidos ante de cumplir un año de vida). Un pueblo olvidado dentro de un gran olvido nacional. Un pueblo donde el hambre se muere de hambre; en un país banquete donde pocos son los que comen (rapiñan).

Los miserables


Brindis en oscuras oficinas,
la máscara ostentosa del ladino,
el hambre se muere de hambre
y ellos duermen sobre el vino.

Majestuosa reina de despilfarro
en delirantes atuendos de oropel
confunde al pobre con sus lujos
y envilecen su propia razón de ser.

Ellos, los eternos olvidados.

Descarnados por el hambre que corroe
la esperanza como atuendo de crecer,
son moscas escarbando en la basura,
la vergüenza que se pierde por comer.

Cargados de hambruna silenciosa,
pasivos, desnutridos mueren mil,
cientos esperan en su impotencia,
muchos a punto de morir.

Los delincuentes de siempre.

El silencio no justiciero (de la justicia),
eterno cretino pendenciero(traidor)
en ceguera permanente y con desidia,
ocultado a los reclamos del dolor.

La necedad invade su necesidad
de perpetuar su mezquina intención,
de conseguir del pueblo sus favores
compran sus silencios con bolsones.

Muestran arteras la vergüenza y el descaro,
en discursos florecidos de mentiras,
con eternas promesas no cumplidas
que se olvidan cuando ganan la partida.

Cincuenta por ciento dueños del hambre,
la otra media como puede sobrevive;
las mentiras duermen en sus puestos
reposando las resacas de sus brindis.