jueves, 21 de mayo de 2009

La estocada final




Traje de luces, arena, lid de bestias;
en el ruedo alguien espera,
son muchos; voces, alaridos, lujuria latente,
el final se aproxima en la agonía
de los dos que hoy morirán en la nada.

Tirita la espera entre bambalinas,
la bestia dorada, adormecida,
sedada por la afeitada
que cercena su potencia
hoy no sabe de su suerte marcada.

Sale la bestia, desnuda, obnubilada;
golpea su incredulidad
la pared de las voces que reclaman
su sangre, su agónica derrota.
El espectáculo comienza.

La vergüenza, el dolor ajeno
alimenta los espurios deseos;
la bestia es sacudida en topetazos
entre capas y estoque;
banderillas y puya.

Juega la muerte sobre sus espaldas
certeras estocadas cercenan su piel,
desgarran músculos,
derraman ríos de sangre.
La arena clama su muerte, el premio final.

Derrotado en cuerpo y espíritu
dobla sus piernas, se entrega a la estocada;
el matador, apunta y salta
sobre su cuerpo casi yerto;
clava los cuernos en su garganta.

La multitud explota en las gradas,
la bestia es mutilada
cortan sus restos aún en vida,
ya sus reflejos murieron antes que el cuerpo
fue la última estocada.

Murió la bestia,
otra bestia su asesina tomándose revancha,
matador matado,
silencio en las gradas;
los toros ya se han marchado.

sábado, 16 de mayo de 2009

De todos modos

Cuando acaben los silencios
bajaré a raudales,
descendiendo por la cuesta
lavando miserias,
la nada, los males,
los recodos enderezados.

Cuando las curvas salgan a mi encuentro
y yo siga derecho
porque derecho es más corto
el camino al precipicio;
entonces sentado sobre el aire
al borde del abismo
intentando vomitar los miedos;
sacudiré mi cabeza
contra el muro de la inconciencia
y sucumbiré al vacío;

caeré seguramente en la aguja del pajar
y maldeciré
por haber intentado cambiar mi destino,
peregrino inevitable,
gitano que predice mi camino
y me impide formatearlo
de la manera que ansío,
porque de lograrlo
estaría escrito que el nuevo
seria de todos modos el mismo.

Y estaré de nuevo
sentado al borde del precipicio,
aferrando el aire que contamino
con mis delirios de ser distinto,
con la aguja del pajar
clavada en mis intestinos;
pero esta vez mi destino saltará conmigo.

Yo te acuso

Yo te acuso dios
por tu negligencia de no existir,
por hacer humanos a tu semejanza,
por mentirte que eres perfecto.


Mira a estos niños, ¿Qué culpas tienen?
de tu soberbia, de tu impracticable doctrina,
de tu blasfemo libre albedrío
que libra de culpas a tus peores descuidos.



Yo te acuso hombre; me acuso aunque no lo hago mío,
de mirar la soberbia de un dios
y dejar en sus manos los destinos;
mira ¿Qué culpas tienen estos niños?


De tus miseria, de tu vil moneda, de tu hambre,
de tu semejanza a un hipócrita divino
que excomulga tus faltas en pan y vino
y a estos niños ¿Quién los trae del olvido?




Yo te acuso dios-hombre
-creador de hombres fallidos-
que expían sus errores, sus escasos aciertos
y se lavan las manos con un Dios así lo quiso.


Miren a estos niños, no tienen la culpa
de las bajezas humanas, divinas
o cualquier estereotipo;
realidad mísera, escrita por hombres
que procuran ocultar el verdadero motivo.