sábado, 28 de noviembre de 2009

De parto

Estatuilla de chocolate sobre la cama
fecunda horas marrones y arrugadas;
calor sin brillo sobre la flama
derrite sabores entre piernas asombradas:
pare la vida preñada entre arrumacos,
de un lado el cielo,
del otro el ingreso al hueco de la duda;
desde la luz uterina húmeda y cálida
a la oscura nursery del mundo.

¿Dónde debo bajar de este tren de aguas?

Pregunta el eco desprendido de ternura.
Sus ojos sellados, inmaduros
no distinguen nada;
angustia ciega y el golpe que llega
artero, sacudiendo el sueño
en forma de nalgadas.

/ ¡Llora mi niño!
Necesitas contraseña
para respirarte vivo /

(Aunque la palmada te duela.)

La dignidad

Está erguida en la fragilidad de una palabra;
recostada al poniente de un susurro
entre alacranes y fieras hambrientas:
vienen por ella.

viernes, 20 de noviembre de 2009

Puede que sea

El palpable espacio de la ausencia
arremolina tempestades inclementes.
La calvicie de los años peina canas
de tan inciertas pesadillas;
mientras tanto, la arrugada frente
encausa ríos de malas costumbres
hasta las sienes que envejecen.

Te vi. Ya no te escondas vida.
Pareces un lirón durmiendo la siesta
debajo de una escafandra de hiedra.

Oye la voz que golpea tus estribos,
de oído a oído atravesando médulas ¡Óyela!
distingue sus campanas tras tu sordera,
repulga tus orejas de cera,
haz concilio de paz con tus pupilas,
libera tus auroras corrompidas
de inmaculada abulia.

Puede que sea tu última aurora.

sábado, 14 de noviembre de 2009

Séptima luna saturniana

Soy el segundo insignificante
entre las agujas cronológicas del olvido,
sobre la cornisa
que sustenta el último suspiro
de un cohete saturniano rumbo
a su séptima luna.

Afuera de mi centro,
sobre el asfalto verde
del mísero campo de juego donde circula la savia
aterida de semáforos rojos, castradores de arterias,
me veo iluminado.
Proyección atómica sobre la vidriera rota
expuesto entre candelabros y maniquíes,
bronces y madera, brillo y sonrisas falsas.
Allí transito náufrago en oquedades
apenas ese punto efímero
que suma y resta siempre el mismo punto.

Pasa un tren al galope,
cien caballos murmullan
sus bufidos de vapor,
humedecen sus huellas cautivas.
Miles de segundos de hierros aplastan mis propios pasos
nadie los nota, soy sombra
que transcurre entre dos eclipses.

Nos propusimos mudar de otoños
en ráfagas de adrenalina,
aferrar la estirpe de esa rosa de amatista
hecha vientre sobre los geranios
y fuimos afiches de latas herrumbradas
en la intemperie de paredes opuestas.

Los geranios también se herrumbraron;
las paredes se aplastaron entre ellas;
el tren galopó sobre los vientres de los geranios,
se desparramaron esporas de puntos
sobre los rieles;
sobreviví apenas por mi atómica insignificancia
en la séptima luna saturniana.

viernes, 6 de noviembre de 2009

Tiempos muertos e incoherencias de arena

A veces los relojes marcan incoherencias
y se empecinan en ser soles de arena.

Sobre la repisa de un baño de tugurio
una mancha de humedad se mueve,
parece una concha persiguiendo a una perla.
Dos borrachos y sus cervezas
hablan de emborrachar las piernas de una pordiosera.
Sobre los tarros de basura en el callejón
pasan gatos lamiendo sus días eternos, de noches iguales,
algunas blancas otras sucias.
En definitiva, navajas tajando las miserias.

Pasa mi voz entre los vidrios rotos de botellas;
se cuartea, sangra, dice obscenidades. Son ellas o mis venas
las que dicen verdades, las que calumnian.

Muere la pordiosera hendido su sexo por una ostra húmeda.
Los gatos lamen su sangre mezclada con la cerveza.
Dos borrachos se masturban entre los tarros de basura.

Las navajas se desafilan en mi garganta,
cortan el ritmo. Entonces me detengo.
No se puede movilizar el tiempo con las agujas cortadas
por soles de arena.

martes, 3 de noviembre de 2009

Insípidas moralinas

No me hables desde tu costilla,
desde mi hueso ausente hecho tu esencia,
yo te conozco como el viento que pasa entre mis muelas
cuando me aspirabas el aliento
donde sucumbían tus míseros besos,
aquellos que regateabas con preámbulos
de moralinas insípidas y malolientes,
de blasfemias de virgen corrompida,
de rana hechizada en princesa rana;
apenas un escalón más en tu evolución humana.

No me hables de amor ahora,
ahora que cayó el abismo sobre tus arrugas,
sobre tu escarcha acorazonada,
hiedra trepadora de desesperanzas
enredada en las piernas de cualquiera,
de cualquiera que se puso en tu ramaje,
en tu ramaje de hierba venenosa,
artera y seductora de ingenuos corazones
malolientes, corazones que engendraron
tu despotismo de diablesa.

No me hables, ya no te creo,
apenas siento surcar entre tus dientes
las palabras que se lleva el viento
montadas en nubes de cianuro,
tu auténtico veneno, tu esencia;
ya nada me asombra de ti
ni siquiera tu regreso hecho pureza
candela falsa de rubores
sobre tus sienes de culebra,
no me hables, regresa a tu silencio
tonta conciencia.

domingo, 1 de noviembre de 2009

Centuria de siglos

Lloverán ojos sobre la ceguera del mundo
el cíclope rey de los tuertos temblará,
alguien abrirá a la luz y se dará cuenta.
Sacará los muertos debajo de las alfombras,
los que fueron sepultados, obstruidos
en la necedad absoluta de ser impune.

Lloverá luz sobre la lluvia seca
de la selectiva aridez de la memoria,
del que recuerda olvidar cada día
que fueron tantos los que cayeron
la noche que apagaron la vida sobre la tierra,
acallando los libros y los cantos verbos.

Se limpiará el cielo de arpías conciencias,
enlodarán sus miserias en el lodo que excretaron
tantas vidas, tanto siglos cazando brujas
sumergiendo a entierros vivos los derechos
de suprema libertad, en adoquines de concreto,
sometiendo por la ignorancia de ser supremos.

Hablarán entonces las verdades de los poetas,
de los hombres y mujeres renacidos,
ya el tuerto no dominará el mundo
la lluvia de ojos será su castigo;
los de las conciencias esclarecidas, sin alfombras
serán el futuro de este mundo.


/ Antes de todo esto,
sucederán otros siglos de muertos vivos /

Mil veces la misma historia

Olor a rancia tosquedad,
cajones cerrados
clavados por dentro,
hilos de telarañas escapan
por el ojo avizor de la cerradura,
arañas dormidas salen
bostezando su encierro.

/ la memoria en formol
ahogada en su lata /

Sabes que soy terco,
que no acepto ver morir la rosa
aunque el deseo de otros
terminará de igual manera con su vida,
segada y sumergida en un vidrio con agua.

Pero ella insiste en suicidarse cada madrugada
y mi terquedad la sostiene
lejos de los filos de hielo que cercenan su savia;
de plásticos ruidosos que envuelven su alma,
muerta por la tijera cuando es cegada.

Y ya es madrugada,
subo presuroso hasta su balcón,
ella parada sobre la baranda
trepada apenas, clavando sus espinas
desgarra su carne
y mi mano detiene su savia.

Se cierran las ventanas sobre las miradas.

/ antes que suba el sol,
regreso al cajón
sobre la misma telaraña /