jueves, 31 de diciembre de 2009

Curvatura natural

Sigo las huellas; es el agua cantarina que me llama.
Son los pasos abandonados en la huída,
los muertos inesperados,
las sierpes enajenadas de los recuerdos secos;
el vetusto árbol anunciando el otoño de la vida.

Veo la luz desarmarse desde los ojos;
los amarillos turgentes desde los limoneros,
los rojos furiosos desde las cerezas de los labios,
el azul antártico de los verdes cipreses
que ya no cortan vientos ajenos.

Se desgasta la vara guía que sostiene,
que retiene la inclinación natural hacia la caída.
Se encorva el árbol que cae…que cae.

miércoles, 30 de diciembre de 2009

Noches y días circulares

Es la hora insostenible, la metafísica del tiempo,
cuando el trino calla sobre la montaña
y los dragones dragan la desesperanza.
Cuando deviene el río que va trepando
menguan los diques callados de castores
y los chillidos de colmillos sobre la madera
anuncian las muertes de los pinos.

Son mis pies entonces que tiemblan
y mis dedos que rechazan crepúsculos sostenidos
del fino cristal de una gota congelada,
en la rama de otra aburrida encina.
Los vivos mueren y los muertos recuperan el habla
justamente cuando la insobornable noche abre
pisando la alfombra negra sin dar revanchas.

La cruz del sur se atraviesa en la garganta
y los puntos cardinales se confunden, se mixturan
y todo perece en las formas de un teorema,
de la hipótesis inconclusa del pánico,
del resistir sobre la roca trasnochada
alcohólica y vehemente, sin redes
que detengan la inconsistencia del ser.

No hay regreso entonces; las vías se cierran
en círculos y todo recomienza a la hora exacta
en el preciso instante de los relojes agotados,
de la esencia mutante, de las ranas en los pozos
que croan al cielo en los aljibes de piedras.
Y soy un batracio más, sumergido en la bruma,
náufrago anónimo en la misma inundación.

jueves, 24 de diciembre de 2009

Hoy, quizás mañana.

Intento la horizontalidad de la pendiente
para que no siga cayendo;
igual cae
por su propia gravedad.

Me aplasta oblicuamente
sobre el bisel de su filosa caída.
Recién entonces comprendo:
ya no pesarán mis fracasos.

miércoles, 23 de diciembre de 2009

Ayer, el día, no sé...

Los muebles/ los libros/ un candelabro sin velas
certifican los estadios del tiempo;
la quietud de las plantas de plástico
en una maceta también de plástico
vegetan la no vida, la inexistencia de un flujo de sangre;
sólo mis gatas con sus suciedades
justifican el movimiento de mis pies:
la estúpida rutina de retirar sus excrementos.
El resto es harina de otro costal.