miércoles, 30 de diciembre de 2009

Noches y días circulares

Es la hora insostenible, la metafísica del tiempo,
cuando el trino calla sobre la montaña
y los dragones dragan la desesperanza.
Cuando deviene el río que va trepando
menguan los diques callados de castores
y los chillidos de colmillos sobre la madera
anuncian las muertes de los pinos.

Son mis pies entonces que tiemblan
y mis dedos que rechazan crepúsculos sostenidos
del fino cristal de una gota congelada,
en la rama de otra aburrida encina.
Los vivos mueren y los muertos recuperan el habla
justamente cuando la insobornable noche abre
pisando la alfombra negra sin dar revanchas.

La cruz del sur se atraviesa en la garganta
y los puntos cardinales se confunden, se mixturan
y todo perece en las formas de un teorema,
de la hipótesis inconclusa del pánico,
del resistir sobre la roca trasnochada
alcohólica y vehemente, sin redes
que detengan la inconsistencia del ser.

No hay regreso entonces; las vías se cierran
en círculos y todo recomienza a la hora exacta
en el preciso instante de los relojes agotados,
de la esencia mutante, de las ranas en los pozos
que croan al cielo en los aljibes de piedras.
Y soy un batracio más, sumergido en la bruma,
náufrago anónimo en la misma inundación.

2 comentarios:

Soledad Arrieta dijo...

Imágenes, a montones, que devienen en un reloj. Aunque el reloj sería de agua. Y el agua de alguna manera, estaría mojando nuestros pies, como batracios, temblorosos, asusteados (porqué tenemos siempre tanto miedo?).
Me encantó este poema. Sale completamente de tus esquemas, a mi parecer, y así y todo es fantástico.
Sin lugar a dudas, Daniel, tenés las letras a tus pies.
Cariños!

Daniel dijo...

Somos humanos con miedos ancestrales, quizás inexplicables, quizás porque evolucionamos del agua o del miedo, muchos quizás.
En cuanto a el esquema, he escrito algunos parecidos, divagantes, suelo ser así; a veces (o casi siempre).
Un beso grande bella Sol. Cuidate.