lunes, 11 de enero de 2010

Daniel; un hombre extraño

Soy el carruaje calabaza
que a la medianoche sigue siendo calabaza.
Los ratones se murieron de viejos
intentando romper el hechizo.
El zapato de cristal sólo fue un zueco holandés,
absurda y abstracta semiología.

Mi medi-tación terminó al me-dio de mi neurosis,
preciso instante en que los ratones resucitaron en caballos
y asustados por mis alaridos se lanzaron al vacío
desde un décimo subsuelo.
Perdona, no tengo tiempo para el cansancio.
El cansancio no me permite tenerlo.

No estoy loco, apenas comienzo mi crucigrama,
no es fácil deletrear jeroglíficos debajo de las dunas.
Dos vertical; palabra simple, razonada, cruel, seis letras:
LaVida

Se va mi calabaza, se lleva dos princesas con ella,
la tercera duerme bajo mis axilas.
El zueco encontró su horma,
una aprendiz de reina: Blanca Nieve, mujer pura.
Se montó el calzado, se convirtió en duna.

Ya soy arena, pies descalzos me caminan,
ratones disecados escapan de mi cabeza,
se suben a la carroza guiada por las princesas.
La noche duerme en mis ojos despiertos;
afuera llueve finito; adentro llueve a cántaros,
mi paraguas se ha roto; vencido por las arenas.

Ya no sé quién soy desde que mi calabaza se durmió
exactamente a la medianoche; hora de brujas;
hora de volver a ser quién nunca fui:
un hombre extraño.

2 comentarios:

La abuela frescotona dijo...

SI QUE LO ERES AMIGO¡¡¡
PERO MUY SENSIBLE,Y GRAN POETA.
TE ABRAZO DANIEL

Daniel dijo...

Otro abrazo para vos mi querida abuela.
Lo acepto: soy un tipo extraño.

Besos.