viernes, 23 de julio de 2010

Obituario

No tengo tiempo de detenerme,
he adorado el pesebre de tu estación
el natalicio de un nonato que no crece
que se ha aferrado a tu vientre de gárgola.
Hay un trazado por cumplir,
inmodificable mapa de relieves crudos y rugosos
firmes encantos de la muerte,
de esta que llama desde las voraces tramas del destino.

Y no hay miedos firmados, hay cruces inexorables
que definir, hay encierros postreros sin barrotes,
que coagulan la sangre de los relojes, de los huesos.

Demasiado tiempo, demasiada incertidumbre innecesaria
para esta tristeza lacerante que agobia los ejes
que empasta el brillo de las auroras, sin venas,
sin llaves ni remansos que aplaquen la ira,
la rubicunda desventaja de estar por estar,
vagar sin ímpetu sentado a la vera.

Llama el puñal a la futura cicatriz muerta,
se clava como en miga de pan
rebanando los arbitrios de la ira;
nefasta agonía, incrédula vida que ve llegar su final.

Y pensar que vivió al filo de la línea
con la miserable soberbia,
con el tiempo definido desde el primer llanto,
como si la eternidad fuese suya y no del tiempo.

No hay comentarios: