jueves, 23 de septiembre de 2010

Bastones blancos

Ver en horas de un ocaso
justamente dos partidas
de un viejo sol
de un día viejo
y sumar otro envejecido romance
con la desgastada vida
que regresa constante
como la furia de febo en verano
quemando las entrañas absurdas
del hombre también gastado.

El balance de las horas
involucra
comprender que la suma resta
y que la resta multiplica
la congestión del tiempo
que se arruga sobre los huesos.

Y ya no va la sombra erecta
proyectada en la pared
ahora es una curva en pendiente
sostenida por un bastón descalcificado
que la atrae a la tierra
le acorta el esqueleto
y su viaje sin regreso
para eternizarla en larva
o en polvo de donde viene.

A esta hora del ocaso
donde sólo llueven bastones blancos
donde la ceguera obnubila
la piel del aire que aplasta el rostro
y llama a la asfixia
como cansada de vaciar pulmones
gastando obleas de oxígeno
sobre una calesita muerta.

¿A dónde va el calcio de las
estructuras del tiempo?
Esta melancolía ahueca las brumas
y el futuro se rellena de malos presagios
donde no cabría una mínima molécula
que regenere la vida.

2 comentarios:

Julie Sopetrán dijo...

"¿Adónde va el calcio de las/estructuras del tiempo?"

Seguramente lo absorben nuestros huesos, nuestra esencia, el paso liviano de nuestra existencia...
La belleza del verso impregnado de tiempo. Genial tu poema, amigo. Felicidades.

Daniel dijo...

¿Será así estimada poeta Julie?

Gracias por tu siempre generosa compañía.
Saludos.