lunes, 13 de diciembre de 2010

Adulterio intrascendente

No es importante trascender,
lo que vale detectar es el momento preciso
en que el aire pasa por el circuito de los pulmones
y se diluye en la sangre y es vida latente:
hoy, ya, apenas este instante de ósmosis celular.
¿A quién puede importar si talé un árbol
de la séptima hilera de mis noches
o si el último beso que planté fue en la boca exacta
donde habitaba el aliento dulce
de un corazón oxigenado?

Trascender no es más que figurar
en un libro de muertos absurdos
que escribieron en el aire enfermo
de las agotadas calles:
que pasaron por allí,
que dejaron cien vástagos enfermos
que escribirán otras intrascendentes historias.

Mi historia es un cóctel de letanías
aderezado con dos pizcas de aburrimiento
y escrita en un papel de tabaco
negro como el humo negro que fumo,
que respiraré cuando mi inadvertida presencia
pase más desapercibida que un estornudo de luna.

/No pretendo la mortaja de un epitafio hueco,
solo deseo que el vientre que te pergeña
adúltera de sentimientos,
no procree necias palabras intrascendentes
como tu ingenua virginidad,
que se cansó de hablar de ella y de ti
como si el coger fuese trascendente,
tanto como para un testamento
de enferma egolatría/

Epílogo.

Apesta tu trascendencia;
puta vida.

2 comentarios:

Julie Sopetrán dijo...

Trasciende todo aquello que haces por amor, Daniel, y tu poema trasmite tristeza de buena poesía. Un abrazo.

Daniel dijo...

Mi fiel amiga Julie; soy apenas humilde y me conformaría con tan sólo vivir un momento a pleno.
Un abrazo fuerte y gracias por estar incondicionalmente para este loco.