sábado, 1 de enero de 2011

Dos pesos por una sonrisa

Alguna vez intenté ser feliz,
hace tanto que apenas recuerdo esa palabra.
Fue en vano porque entonces
había dejado de ser niño
para volverme realidad,
esta obtusa realidad llena de anaqueles vacíos.

Entonces me importaba
el deseo de una voz que me nombrara,
de un apellido acompañando
un amado nombre de mujer,
una comida caliente en un estómago frío
y piernas abiertas, sedientas de lluvias
que para mí bostezaran.

Pero la felicidad,
por más que se elijan los caminos,
no es más que una ilusión de ruta,
un espejismo inalcanzable,
una trasnochada puta
que por dos pesos te sonríe,
hasta abre la boca
para que eyacules en ella,
liberes las angustias por apenas un instante
para luego dejarte una eterna calentura.