martes, 26 de julio de 2011

Córdoba de fuegos

Córdoba era una llama,
un clamor encendido
con antorchas y pancartas.
Un ulular de sirenas confundía la noche.
Sus transeúntes amanecidos,
sucumbían bajo lloviznas de hollín
que sangraban los rascacielos incendiados.
Esa noche barrió el viento las huellas.
Desorientados faros escaneaban las calles;
los perros de fuego saboreaban un festín
mientras dos escobillas sacudían el polvo de los ojos.

Y vos y yo, lamíamos las manos.

Los tornillos de un reloj desajustado
tañían las horas bajo una campana de silencios;
no pudimos decirnos adiós
y los ojos brillaron como vidrios en los rostros.
Había tanta intemperie en los adoquines
que los pasos se enfriaron.
Luego explotó la luna,
aplastando las cabezas de los amantes
y la ciudad ardió en Sodoma y Gomorra.

Cargó de azufre el aire;
los tímpanos de los edificios
abrieron los oídos de sus ventanas;
cayeron boca abajo
los últimos besos de lava.

Y nosotros; lamíamos las manos,
del último escalón al infierno.