sábado, 25 de febrero de 2012

Perfiles cotidianos

Sin un diagnóstico que no aterre el sueño,
las manecillas ateridas de un reloj en coma,
van supurándome en los huesos.
Sé que es tarde para la cena:
los vándalos se han llevado mi petate,
con él mi marcapaso y mi calculadora,
ahora no podré saber el tiempo exacto de mi muerte
y no me gustan las sorpresas,
incrementan mi ritmo cardiaco,
prefiero una muerte lenta
mirando los ojos de quien me lleva.
Contaré el tiempo con un ábaco de dedos
al menos sé que llegaré hasta veinte.
Maldita lluvia que inunda esta noche
los perfiles de la ausencia,
temporal frenético entre bambalinas
de un teatro de candilejas,
donde el arlequín no ríe,
sólo se muestra aterido de sinónimos
de su mortal antagonista sin maquillaje,
falla genética de su corteza
que se abre tragándose toda esperanza.

sábado, 18 de febrero de 2012

Resaca

I
Decanta el vino en la rugosidad de una lengua
y un aliento a vides trasnochadas te evoca
madreperla
entrepierna de la vida
coraje que enfrenta los refucilos del alba
y no es
ni siquiera se parece
pero se desliza ladera abajo
pendiente frutal sin sabores étnicos
analfabeto de amores.

II
Soledad senil
en este huracán que explota sus venas vacías de sangre
ambiciosas de muerte –como las uvas muertas del vino-
llenando arterias anegadas de ocios.

III
Desflora la piel en un bautismo de piras
y va a morir con él la garganta que engulle
el escaso aire de esencias
y ya no sabe vivir
no desea vivir
y es una costra empotrada en la roca
que el mar no descuece con su furia
y es la muerte golpeando la puerta
suplicando que se diluyan los ríos
para evaporarse con ellos
y ser polvo de nada
como el tiempo.

IV
Ay si pudiera
si pudiera recuperar la memoria
decodificar el olvido
y volver a llenar un abrazo de amor
y temblar e inundarme de espasmos
y decir te amo y todos sus sinónimos
sólo por un instante
como un flash que besa el último deseo.

V
Delatora resaca.

sábado, 11 de febrero de 2012

Con los pies por delante

El tuétano de la voz y su leucemia galopante
trasluce los glóbulos de las palabras
hasta volverlas invisiblemente insípidas a los oídos.
Se intenta blasfemar al menos un exabrupto
en una inexistente atmósfera que no trasmite ni siquiera un eco
que reverbere en los huesos descalcificados de la existencia.
Hacia adentro, hacia lo inexpugnable de una muerte silenciosa
caminan los pasos absorbiendo fantasmas en su derrotero abúlico.
La metástasis aleatoria de una viudez de sentidos
endurece y acumula en las arterias una plegaria necrótica.
Morir, fenecer entre bambalinas sin poder recordar
los argumentos antiguos que deletrearon ilusiones
recogiendo esqueletos de amores calcificados,
de tegumentos arborizados sobre estas paredes mutantes
que rompieron los códigos genéticos y los sumieron
en una hendidura de donde no se regresa
sino con los pies por delante, abriéndose paso en la espesura
de una última noche sin ambiciones que beber,
ni ánimos de seguir masticando la vida.