sábado, 26 de mayo de 2012

Testaferros insolventes

Desde abajo se observa que todo lo que sube baja,
que nadie regala el tiempo que no le pertenece,
que ser masa significa ser otro desconocido
en la brumosa aparatología que domestica este mundo.
No en vano el viento arrasa con los árboles secos
echando por tierra los cánones de una existencia,
de reglamentos, prejuicios y falsas profecías
y comprendemos que descender a la mierda
nos vuelve individuos con sarcófago propio.

Todo lo que falseamos retorna como plomo
en los ojos de la conciencia y sus llantos compungidos,
y proveemos a la “maldad insolente de una biblia y un calefón”:
una calienta el estómago extremista de la paranoia
y el otro incendia mentiras de proscriptos alimentos.
De todos modos, enterrar una muestra ósea en la memoria
testifica el paso injustificado del ser por un polarizado planeta
que sobrevive a su involución metamórfica
actuando siempre en defensa propia.