viernes, 4 de enero de 2013

Cuando el sopor de los vocablos


Del transcurrir nada queda,
los prefacios cerrados de una infancia 
suelen abrirse a los ojos de una noche de cemento:
pasan de largo por la acera de los recuerdos.
En lugares entablados, fantasmas hacen tabla
encerrados en alcoholizadas botellas;
la mano que mece la muerte
no alcanzó a tomar la guadaña;
el virus inmaculado de un infante preñado de ilusiones
reposa bajo la forma de una dádiva.

/He salido a buscarte en casas extrañas,
en pertrechos de guerras sufragadas
que dejaron saldos negativos de auroras/
¿Dónde estás niña de río?
Dejé dos nenúfares en tu orilla de juncos
y una nota desterrada 
subiendo la cascada de las palabras.

/Eras entonces en aquella jangada: prisionera de mis juegos,
la Roma incendiada con pétalos de naranjas,
una selva entre lianas y balcones de inocencia,
la fluidez de la paloma encaramada en mi espalda./

Agradezco los rebaños que contaste para mí
cuando el sopor de los vocablos 
no mitigaba el hambre de los espantos,
rellanos de alboradas sin reflejos de vida.
De todo eso no distraigo mi consciente inconsciencia
y el paso abarcador que nada abarca
pero que cubre más de una distancia.
Más allá de las palabras: nada


1 comentario:

Julie Sopetrán dijo...

Hace mucho que no te leía. Como siempre, admiro tus versos. Felicidades. Y feliz 2013.