viernes, 23 de agosto de 2013

De grises y otras yerbas

Vengo de una noche azul,
la luna ha dejado de llover
y a mí me gusta el gris.
Cada amanecer visto mi desayuno
de grises y salgo hacia la fábrica
en donde comparto otras lluvias
con otros compañeros también grises.
Una campanilla roja
despierta mis grises interiores
que escapan deseosos de ver risas amarillas,
de niñas amarillas,
que tiñan con sus despeinados bostezos:
los grises de las máquinas,
los pisos grises del hastío,
los rostros enojados y grises de los gerentes.

/Hay un hombre de sed salada,
una angustia cerrada mordiendo los labios,
y el reloj de piedra, oculta, su perezosa vergüenza/

Recién es lunes:
lunes de pájaros abrazados a una almohada
lamiendo un sueño inconcluso.
Y aún queda bastante día para sobrevivir a la intemperie.

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