domingo, 27 de enero de 2013

Vestigios genéticos de impunidades


Veo como los malos ejemplos cunden
más rápido que la cultura social
una madre cruza la calzada por el centro de la cuadra
con su pequeño hijo en brazos
sorteando coches que en veloz fuga atraviesan cerca de sus muertes
mientras la ciudad contempla indiferente y se estimula
seguro que 
también puedo
seguro que soy más rápido que esa madre con su carga
y atraviesa una y otra vez tantas calles como puede
tantas miradas como indiferencias

Veo un semáforo en rojo que no se detiene
que un vehículo en veloz fuga atraviesa cerca de dos vidas
de cien inmensas indiferencias
sorteando humanos que cruzan por sus sendas de cebras
mientras la ciudad contempla indiferente y se estimula
seguro que también puedo
seguro que soy más audaz que ese coche que en veloz fuga
cruza la calzada atestada de transeúntes en ciega indiferencia.

Veo un niño a upas de su madre
cruzar la calzada por el centro de la cuadra
sorteando su futuro entre indiferencias y aprendizaje de vida
seguro que también podré
seguro que seré más rápido que mi madre que me carga
y que el coche que en veloz fuga atraviesa cerca de mi futuro
mientras la ciudad contempla indiferente y se estimula.

Me veo repartiendo mortajas a una sociedad indiferente
las vendas de mis ojos no discriminan entre vivos y muertos
entre asesinos y suicidas
entre pasado indiferente y futuro inexistente
somos vestigios de impunidades
de una ciudad cementerio de equidades cruzando calzadas
por la mitad de cada cuadra de una vida en contramano.

viernes, 4 de enero de 2013

Cuando el sopor de los vocablos


Del transcurrir nada queda,
los prefacios cerrados de una infancia 
suelen abrirse a los ojos de una noche de cemento:
pasan de largo por la acera de los recuerdos.
En lugares entablados, fantasmas hacen tabla
encerrados en alcoholizadas botellas;
la mano que mece la muerte
no alcanzó a tomar la guadaña;
el virus inmaculado de un infante preñado de ilusiones
reposa bajo la forma de una dádiva.

/He salido a buscarte en casas extrañas,
en pertrechos de guerras sufragadas
que dejaron saldos negativos de auroras/
¿Dónde estás niña de río?
Dejé dos nenúfares en tu orilla de juncos
y una nota desterrada 
subiendo la cascada de las palabras.

/Eras entonces en aquella jangada: prisionera de mis juegos,
la Roma incendiada con pétalos de naranjas,
una selva entre lianas y balcones de inocencia,
la fluidez de la paloma encaramada en mi espalda./

Agradezco los rebaños que contaste para mí
cuando el sopor de los vocablos 
no mitigaba el hambre de los espantos,
rellanos de alboradas sin reflejos de vida.
De todo eso no distraigo mi consciente inconsciencia
y el paso abarcador que nada abarca
pero que cubre más de una distancia.
Más allá de las palabras: nada