Me he dicho tantas veces
que soy el déspota de mi vida,
el tirano de piedra y aceite caliente,
el francotirador asesino de luceros,
por ajusticiar los días de posibles abulias
o de efímeras y estúpidas victorias
logradas desde esta miserable silla,
victima también de mi aletargado proceder.
Y no se equivoca mi pereza
cuando insulsa se lastima, diciéndose
entre dientes apretados
que la sarta de fracasos es tan amplia
como las auroras boreales,
que contrariando a la oscuridad
se llena de colores y de cielos
mientras que ella duerme aburrida de si misma.
Y lo curioso de este estío prematuro
casi diría nacido en la cuna de un vientre,
es su omnipotencia, su terquedad de suicida,
de insurrecto y clandestino cobarde
que aun sabiéndose congelado en vida
sigue en su proceder abstracto y de final previsible.
La nada absoluta y estridentemente implosiva.
En este instante, que se me agotan las palabras,
sigo sin comprender a esta sangre adormecida
que apenas entibia los dedos y la lengua
para decir tantas vacías y re manidas frases
de apología al auto abandono,
al suicidio masivo de ideas o de escaleras
que suban hasta el primer subsuelo al menos,
ya que tocar un primer piso sigue siendo utopía,
una absurda y estúpida utopía.
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2 comentarios:
Wow, Dann, me diste duro con esta poesía, la sensación de vacío es devastadora, al leerte se siente el viento llenándonos de sombras.
A pesar de hacerme volar como hoja seca, me encantó leerte, como siempre!
Besos y abrazos, con todo mi cariño,
Chiqui.-
Sólo son las sombras que se lleva en viento, luego se calman.
Gracias por volver s torturarte con mis delirios.
Te quiero mucho.
Besos.
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