martes, 1 de febrero de 2011

¿Quién dijo que la métrica no importa?

Reconociendo superficies,
asume mi pluma la métrica de tu espacio.
Tres centímetros de lengua,
en un intento por cercar tu ombligo,
recorren los mil sabores
que distan hasta tu vulva.

Un colapso en cadena
arremete tu cintura
y un temblor grado diez
en la escala del éxtasis,
reprime con furia mi trozo de anatomía;
lo sostiene entre dos palmos
y un distal espacio entre bragueta y vagina
se acorta en la milésima de amnistía que dura,
una braga en su moldura.

Y guías los parámetros,
los ajustas a tu escala
y brota un caudal de simiente:
sólo un viaje de ida y vuelta.
Diez tímidos centímetros
y dos enrulados bellos hacen la geografía.

No te preocupa la rima,
los gemidos en consonantes,
los acentos musicales;
sólo la métrica es lo que cuenta.
Aunque los profetas digan
que el largo a nadie interesa.

Con un metro en asonante,
espurias entre las risas
¡Y te crees gran machote,
poeta de pacotilla!
Con tu verso tan cortito
no me hiciste ni cosquillas.

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