Olor a rancia tosquedad,
cajones cerrados
clavados por dentro,
hilos de telarañas escapan
por el ojo avizor de la cerradura,
arañas dormidas salen
bostezando su encierro.
/ la memoria en formol
ahogada en su lata /
Sabes que soy terco,
que no acepto ver morir la rosa
aunque el deseo de otros
terminará de igual manera con su vida,
segada y sumergida en un vidrio con agua.
Pero ella insiste en suicidarse cada madrugada
y mi terquedad la sostiene
lejos de los filos de hielo que cercenan su savia;
de plásticos ruidosos que envuelven su alma,
muerta por la tijera cuando es cegada.
Y ya es madrugada,
subo presuroso hasta su balcón,
ella parada sobre la baranda
trepada apenas, clavando sus espinas
desgarra su carne
y mi mano detiene su savia.
Se cierran las ventanas sobre las miradas.
/ antes que suba el sol,
regreso al cajón
sobre la misma telaraña /
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2 comentarios:
este poema es triste, creo que cuando alguien piensa en el suicidio como salida, ya esta muerto- no importa cuantas veces lo salvemos.
Puede que tengas razón abuela, es doloroso el suicidio del alma.
Besos.
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