domingo, 1 de noviembre de 2009

Mil veces la misma historia

Olor a rancia tosquedad,
cajones cerrados
clavados por dentro,
hilos de telarañas escapan
por el ojo avizor de la cerradura,
arañas dormidas salen
bostezando su encierro.

/ la memoria en formol
ahogada en su lata /

Sabes que soy terco,
que no acepto ver morir la rosa
aunque el deseo de otros
terminará de igual manera con su vida,
segada y sumergida en un vidrio con agua.

Pero ella insiste en suicidarse cada madrugada
y mi terquedad la sostiene
lejos de los filos de hielo que cercenan su savia;
de plásticos ruidosos que envuelven su alma,
muerta por la tijera cuando es cegada.

Y ya es madrugada,
subo presuroso hasta su balcón,
ella parada sobre la baranda
trepada apenas, clavando sus espinas
desgarra su carne
y mi mano detiene su savia.

Se cierran las ventanas sobre las miradas.

/ antes que suba el sol,
regreso al cajón
sobre la misma telaraña /

2 comentarios:

La abuela frescotona dijo...

este poema es triste, creo que cuando alguien piensa en el suicidio como salida, ya esta muerto- no importa cuantas veces lo salvemos.

Daniel dijo...

Puede que tengas razón abuela, es doloroso el suicidio del alma.

Besos.