miércoles, 21 de julio de 2010

21 gramos

La noche abrió la boca
y saltaron esquirlas de vómitos mezquinos,
injuriosos; hediendo a repugnantes celos
sobre la delicada memoria que te habita,
llenando de gérmenes mutantes
escupidos por el odio artero
por la inquina del farsante;
entonces formateó tu mente
olvidando lo vivido,
sepultando en dudas los versos enamorados
los besos del alma
la desnudez de los vocablos que te vistieron de abrazos
en la sobria distancia
en la piel dibujada por cántaros de lluvias,
aquellas antiguas lluvias
las que esta noche cruzaron el puente
para volver a llover en mí.
Y la mácula dudosa, inexistente, se volvió injuria en la piel
donde antes habitaba la pura expresión del alma;
y los siempre temblaron
y el amor sonó a mentira
a lágrima de hierro
a látigo de lengua sobre la confianza
que se astilló y dejó las huellas,
la costura insalvable,
el puente levadizo que no cierra
desde el instante que el odio abrió su boca
y se tragó todo un sueño
como un frágil castillo de naipes.

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