viernes, 23 de octubre de 2009

Salinas

Ultrajada la cerviz sobre el regazo
reposa el hombre y su costal,
gangrenadas manos por la sal
alimentan miserables angustias,
sosas, insalubres, incomibles
apetito voraz de vida, de carne;
sal y sal y más salinas
en las entrañas de su tierra
reseca, desesperada
por otra angustia menos, otro día

Apenas conoce el blanco,
sus ojos quemados sólo ven blanco;
sus dientes amarillos, sin brillos,
sólo comen blanco;
sus manos rojas, quemadas
sólo conocen de las caricias blancas,
sal, saladas y más salinas

La tarde aprisiona su silencio;
sobre la cerviz encorvada
una lluvia de luz blanca
empalidece su esperanza,
sobre su regazo
hasta la nada es salada.

2 comentarios:

La abuela frescotona dijo...

se de las heridas que provoca la sal,no cicatrizan,se ponen sus bordes morados y duelen, el cuerpo y los rostros se van momificando,creo es una de las labores mas penosas y peor pagas.triste..

Daniel dijo...

Es una de las labores más ingratas curiosamente para extraer la sal de la vida.
Gracias abuela, mi cariño.