Las manos de mi padre
viejas callosas de tiempos;
las manos que me enseñaron
mi oficio de carpintero.
Serruchando madrugadas
desde su altivez de hornero;
constructor de atardeceres
con roja madera de cedro,
Manos que rociaban el aire
con perfumes de maderos;
de quebrachos y algarrobos
de los montes santiagueños.
Montes que siempre lo vieron
hachando vinos jornaleros;
y en el calor de la siesta
curtiendo su piel de sueños.
Las manos de mi padre,
artesa de amasarme cielos;
cuando la noche llegaba
confundiéndome en el miedo.
Ellas fueron artífices
de este oficio que ahora llevo;
enredado entre los callos
de tanto hachar a los tiempos.
Como ellas también mis manos
serán maderas de sueños;
quizás en alguna guitarra
o en algún bombo legüero.
En la cuna de algún niño
meciéndose irán mis miedos
y las manos de mi padre
acompañando mis sueños.
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